cuando la tristeza y la alegría viajan en el mismo tren


-¿Por qué Alemania? -¿Y por qué no?


Quedan 11 días.
En esta habitación sin gravedad parece que la palabra despedida cuelga del techo, como la araña que todo el mundo, tarde o temprano, acabará eliminando.
Supongo que cuando tiras los dados tienes el cincuenta por ciento de probabilidad…probabilidad de vencer, o ser vencido. A nadie se le ocurrió poner un comodín.
Y este olor a triste melancolía parece gritarme una y otra vez “no te vayas”, me miro al espejo ¿escribo yo misma?
Tijeras en la mano, rompo las cuerdas de triste marioneta. Señales en las muñecas. Ahora sí, tengo la libertad de elegir. ¿Cara o cruz? Siempre es la misma historia, creo que voy a tirar esta jodida moneda a la alcantarilla.
Tengo la libertad de elegir, sí, y elijo vivir, comerme a mí misma, e iniciar esta aventura que tanto vértigo me da. Elijo coger las maletas, y volar, que cuando la tormenta haya terminado nos reiremos de estos días agónicos, en los que la única posibilidad de sobrevivir se hallaba en encontrarse a uno mismo, reflejado en cualquier ciudad. ¿Por qué no Darmstadt?
"Cómete el mundo, yo quiero estar ahí para verlo"