cuando la tristeza y la alegría viajan en el mismo tren


cuando los aviones ahogan su soledad...

Los aviones de Alemania siempre vuelan bajo, es como si quisieran abrazar el mundo, hartos de la soledad. El mundo que se abre ante nuestros ojos, ese que tenemos, ahora estoy segura, la oportunidad de cambiar.
Y despertamos, cada mañana, intactos, el sol en nuestro rostro, ¿y las cortinas? Mejor sin ellas. Despertamos, como si del primer día se tratara, con la certeza de que una persona, una cultura, o simplemente una palabra nueva conoceremos; con la seguridad de poder perdernos una vez más, en la música de cualquier artista callejero que corone Luisenplatz.

Y yo no me canso, no me canso de caminar, por esas calles que mi mente tantas veces había dibujado, por esos lugares que parecen gritarme al oído que quizás la vida sí que estuviera hecha para mi…no me canso de preguntar, de comprender, de sentir…no me canso de subir la cuesta de este jodido Kilimanjaro, porque por muchas veces que caigamos, desde allí se ve la ciudad muy pequeña, y yo me siento muy grande.
La vida es fácil aquí, todo se reduce a aprender, a ser como ese Bob que corona mi cuarto; todo se reduce a cerrar los ojos cada noche, y sentir, como hemos crecido, como NO hemos cambiado, como hemos evolucionado.
Todo se reduce a respirar en el aire como nos hemos retorcido, al son del tiempo, como esos girasoles que parecen gobernar el mundo que los aviones intentan abrazar.

a veces es mejor perder el autobús

Llueve en Darmstadt. Pongo el mp3 a todo volumen, y decido, a pesar de esta fina capa de humedad, volver a casa caminando. Have you ever seen the rain…suena lenta. Camino despacio, con mi nuevo paraguas de lunares. La lluvia parece no importar. Decido caminar, al igual que decidí perder mucho a cambio de un interrogante que aún hoy, sigue ahogando mis pulmones, como se ahogan mis botas en los charcos teutones.
Decido, porque la vida está hecha para apostar. Puede que todos perdiéramos algo cuando vendimos nuestra realidad a cambio de un año, que por qué no, puede ser maravilloso.
Y quizás mañana también llueva, pero si sale el sol, podremos sentarnos en ese césped beatleniano a hablar de todo lo hablable en la vida…y de nada a la vez.
Porque el sol saldrá…pero mientras tanto, podré cubrirme de la lluvia con mi nuevo paraguas de lunares.




Si acaso la lluvia no cesara, puede que sea peor, pero ¿y si no?...no correré el riesgo de que me lo cuenten.

Según Erasmo, quien conoce el arte de estar consigo mismo nunca se aburre

Días de sol en Alemania.
La vida se nos presentaba como un lienzo blanco, en el que día a dia podríamos dibujar.
Oigo risas de fondo, y el leve ritmo de la lengua inglesa parece enmascarar la delgada línea que separa lo tangible de lo lejano; demasiada distancia. Me dejo llevar.
Muchas caras nuevas, y esa sensación inocente de un mundo por conocer.
A veces creía poder fumarme el mundo, tragarme el humo. Beberme aquella ciudad y saborear, rápido.
Otras veces prefería mirar el universo tras unas gafas de sol.
Nos tumbamos boca arriba en el césped, y oímos como de lejos, pasaba el tranvía.